Confieso ¡que!...
nunca me arrodille ante nadie, nunca entendí esa humillación ¡jamás!…,
ante lo Divino siempre tuve respeto…*
ante lo humano seguí la regla, bueno me la salte la más de veces,
ante el mundo me considera igual a cualquiera…*
admiro al sabio no por su doctorados, más bien por su conocimiento,
llamando sabio al pastor, al labriego, al panadero, al mecánico, al doctor,
más que a todos a la mujer que administra su hogar,
en mi consideración de la sabiduría,
en el saber ancestral de toda una vida amarrada al forzado aprendizaje…,
de la imperiosa necesidad de seguir adelante.
¿A veces pienso que nada es justo…?
Todos…* todos en mi opinión se merecen las misma admiración.
Galilea 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario